Preguntar a otras personas por sus hijos
usualmente genera una respuesta amable, simple, de fácil olvido, no respuestas
que le haga a uno sorprenderse, meditar, temblar, asustarse, huir, etc. El
estudioso de las relaciones padre-hijos, el chino-argentino Xi Scatolo,
ha publicado recientemente una obra ilustrativa sobre el tema, titulada “¿Cómo
están tus hijos? ¡No!”. A continuación algunos ejemplos extraídos de
tan magna investigación en el campo familiar:
¿Mis hijos? ¡Bellísimos! Son mi orgullo. Mire, en esta foto Esteclo tenía ocho años, mírele el pelo. ¡Rubio! ¡Completamente rubio! Con unos ojos preciosos color miel, y unas manos de pianista, era un peluche. Y mire a Frorolfo a los doce. Le dejábamos el pelo rizo caer hasta los hombros, un adonis, desde chiquito lo incentivamos a alzar pesas. Y mire a Rallira a la edad de quince. ¿A quién le recuerda esa mirada, esos ojos? ¿A quién le recuerda esos senos, ese pubis afrodisíaco, esas piernas largas y perfectas? ¿A quién le recuerda sus caderas? ¡Anne Nicole Smith! ¡Idéntica! ¡Era una explosión de sexo esa muchacha! ¡Y era mi hija! ¿Cómo no iba a tener sexo con mis propios hijos si son míos? ¡¿Qué me podían importar las consecuencias mientras abusaba de ellos día tras día?! ¡¡Podré ser perdonado alguna vez por los crímenes de mi pasión!! ¡Me tiene sin cuidado!
Todos están muy bien, gracias.
¿Si ya trabajan? Bueno, sí y no. ¿Qué te digo? Las dos hembras viven enamorando
extranjeros para que les regalen de todo y estamos a la espera de que alguno
con buena posición en su país le ofrezca matrimonio. El más pequeño, Douglas,
va todos los días al gimnasio por algunas cinco horas diarias y se vive
levantando mujeres que le pagan cenas, le compran ropas, le pagan estudios de
modelaje. En fin, no son trabajos formales, pero son muy esforzados los tres.
¿Mis hijos? Supongo que bien… necesito pensar
que están muy bien porque si no el que haya tenido que olvidar mi sueño de ser
escultor, de lograr fama internacional gracias a mis obras maestras porque tuve
que buscar dinero de inmediato, por lo cual me dediqué a la venta callejera de quipes y kativias para
poder darles educación, zapatos y alimentación no tendría ningún sentido. Mira,
ellos
están perfectamente bien.
¡De maravilla! Sanos y fuertes gracias a que su
madre y yo nos hemos visto obligados a corrompernos en nuestras respectivas
posiciones en el Estado para que puedan vivir sin limitaciones como nos criamos
nosotros. Es un precio que no quería pagar, pero nos convencimos Ana y yo de
qué carajo importa ser corruptos si es para el bien de nuestros hijos. Gracias
por preguntar.
¿Mis hijos? Estoy con la sonrisa de oreja a
oreja. El año pasado la menor se fue a estudiar a Europa. Esa muchacha tiene
las características que fascinan a los europeos: mulata, caderona, cuerona,
chopa. Estoy seguro de que jamás la volveremos a tener por aquí. La otra, la del
medio, se casó hace un mes con un bueno para nada que al menos la sacó de la
casa y la metió en la de sus padres con una barriga, de donde seguro jamás va a
salir. Y la menor comienza un proceso viral y sospechamos que se trata de una
enfermedad mortal. Así que, como ves, estoy casi libre de todas esas
sanguijuelas.
¿Mis hijos? No están muy bien
que digamos. Bueno, están mal. Están presos y mal presos. Pero Melania y yo
estamos felices. Jaja. Sé que es contradictorio. Permíteme explicar. Tú sabes
que ella y yo nunca tuvimos autoridad con esos muchachos y nos salieron bellacos.
Incursionaron desde jóvenes en drogas, primero consumiendo, luego vendiendo en
pequeñas cantidades, luego traficando kilos y kilos de cocaína, hacían dinero, asesinaban
cuando convenía, fueron perseguidos, encarcelados en Estados Unidos con sentencias
incumplibles. La suerte fue que el mayor, antes de que lo atraparan, enterró unos
cuantos milloncitos de dólares en el patio de la casa, pensaba que nadie lo
veía, pero yo lo vi y me quedé callado. Pues, ¿adivina quiénes están
disfrutando ese dinero? Nos salieron malos los muchachos pero qué afortunados
hemos sido. No hay mal que por bien no venga.
Mis hijos supongo que están
bien. Cómo su madre me pidió el divorcio hace 20 años y no pude más que
aceptarlo, y me ponía demandas por faltar al pago mensual de la pensión
alimenticia, en un momento en que me iba bastante mal económicamente, decidí
huir del país. Durante 18 años estuve en Panamá, y ahora que regreso al país
para instaurar unos negocios turísticos, ahora que me preguntas por ellos es
que recuerdo a los hijos que tuve con Gervasia. Yo imagino, porque ella siempre
fue muy dedicada a sus hijos, que están bien. Supongo, no te lo puedo afirmar,
pero supongo.
Todos de maravilla. Los tres
varones metidos de lleno en bienes raíces, venden muchísimos apartamentos y
solares y se hacen de dinero, y las tres hembras, bien casadas con hombres
ricos. La que me preocupa es mi esposa, que después de que los muchachos se
fueron de la casa le entró una tristeza, un lamento y un lloradero insoportable,
que, mira, yo también salí corriendo. Ahora, todas las noches cuando salgo del
buffette, cojo a un colmadón y ahí me la paso bebe que bebe y después me voy
con dos diablas a un motel. ¿Y los tuyos, están bien?
¿Mis hijos? Están bien… bueno,
están bien para lo que los necesito, pero si les preguntaras a ellos seguro te
dirán que están muy mal. Me explico: mi mujer me estaba pegando cuernos con un
tipo que es mucho mejor hombre que yo, en todos los sentidos, más inteligente,
más determinado, más emprendedor, más cariñoso, más adinerado, más buenmozo,
más hombre que yo en todo sentido, y por supuesto, la muy zorra se enamoró y me
quería dejar. Pues yo agarré a los 5 niños, 13, 12, 10, 8 y 5 años, los até a
ellos y a mi esposa en el sótano hace como un mes y medio, bien amordazados
para que los vecinos no oyeran nada, y les he estado haciendo cositas a los
niños, tales como arrancarles uñitas, apagarle cigarrillos en las manos,
dándoles punzaditas con un alfiler en las nalguitas y las piernitas, para que
ella aprenda que a mí no se me hace eso.
¿Eh? ¿Quiénes? ¿Mis hijos? Ni idea. Una vez, hace
como siete años, no me acuerdo, me desperté una mañana como todos los días,
comencé a cepillarme los dientes, a ponerme el saco, a afeitarme, a bañarme (no
en ese orden, por supuesto, jeje) y mientras hacía estas cosas no podía parar
de preguntarme ¿para qué hago esto? ¿Para quién? ¿Para mí? Quería responder que
era para mí pero no pude engañarme. Me di cuenta de que mi vida la estaba
viviendo para otros, para mis 4 hijos y mi ex mujer, y no para mí mismo, para
mantenerles un estatus de vida que no me agradecían pues lo percibían como la
cosa más natural del mundo, tan natural como las hojas verdes de los árboles,
ni les pasaba por la mente que todo lo que tenían se debía a mi sacrificio,
pero lo peor era que ese mismo sacrificio y mi estilo de vida me hacía ante
ellos el tipo menos atractivo, siempre cansado, preocupado, pendiente de
asuntos poco divertidos, por lo que jamás me dirigían la palabra, ni
me saludaban, ni siquiera me miraban. Tú me dirás si tuve o no razón cuando
dije al diablo con todo, abandoné la casa con ellos y mi ex mujer adentro, y
jamás me he preocupado por saber nada de ellos, no me interesa. Me da lo mismo
que hayan muerto o sigan vivos.
¿Mis hijas? Todas bien posicionadas. La mayor es la principal prostituta de un burdel súper exclusivo en Alemania, la del medio es amante de un alto funcionario que le compra apartamento, carro y de todo, y la tercera se acaba de casar con un viejo multimillonario sin hijos de 85 años. Las tres salieron astutas como su padre. Estoy súper orgulloso.
¿Mis hijas? ¡Ay, unos amores que son! Estoy súper feliz. Desde que su madre falleció, les dije, “al diablo con el simulacro de santurronería que hay aquí, su madre se murió así que no hay razón para seguir la farsa. Miren, ustedes son mis hijas preciosas, las amo, sé que están muy buenas y que todos los hombres las desean”. Así que convertí la casa en un burdel que yo administro. El negocio va de maravilla. Aquí está mi tarjeta, puedes pasar cuando gustes.
¿Mis hijos? ¿Sabías que los tres primeros son
profesionales exitosos? El primero es abogado, el segundo es ingeniero y la
tercera, banquera. Pero a ninguno de esos tres los quiero, son prepotentes,
envidiosos, mala gente en sentido general. Los aguanto por mi esposa, que los
adora, pero si por mi fuera, nos los viera nunca. Al que sí adoro es al cuarto,
ése es un amor, comprensivo, bondadoso, gentil. Por ese doy la vida. ¿Qué hace?
No estoy seguro, creo que es recogedor
de basura.
¿Mis hijos? Están muy bien, gracias a Dios. Tú sabes que tuvieron problemas con drogas, empezaron vendiéndolas y se volvieron consumidores incontrolables, estuvieron envueltos en crímenes pasionales y con conexiones con políticos corruptos, tanto de aquí como de fuera, llegaron a tener tanto poder y descontrol que mataban a gente como moscas. Ningún respeto por la vida humana, pero finalmente los tomaron presos. Están en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos y ya no pueden hacer nada desde ahí. ¡Ya están bien gracias a Dios!
¿Mis hijas? Están ahí en esa habitación, trabajando.
Ya tienen 15 y 13 años. Desde que echaron cuerpo las prostituí. Les dije “yo ya
cumplí mi parte, trabajé durante años para que tuvieran ese cuerpo, así que hasta
aquí llegué, ahora ustedes me van a mantener a mí”. ¿Quieres entrar?
¿Mis hijos? Bien, diría que muy bien. Uno de
ellos está estudiando en Columbia, pagado por mí, la otra está estudiando
diseño de modas en Milano, pagado por mí, y el tercero, Crustocio, está
haciendo unos cursos de cinematografía en Berlín, también pagado por mí. Me
siento bien porque a ellos les va bien, pero yo estoy cada vez más cansado,
harto y aburrido, además de que esos gastos para mantenerles ese estatus de
vida los hago con los ahorros de toda la vida. Presagio una vejez ruinosa, con
apenas dinero para comer y sin nada para pagar las medicinas que serán el pan
de cada día. En resumen, todos ellos están bien. Yo me quiero morir.
¡Ay, ay! ¿Para qué preguntas por esos muchachos? Ay, ¡qué desastre!
Mira, el primero se metió a cuero masculino y aunque me lo niega yo estoy
seguro de que tiene sida y el segundo, ¿lo recuerdas?, famoso por ser bien
parecido y mujeriego, ese maneja un burdel y convenció a cuanta novia ha tenido
para que se meta a cuero. Yo estoy destruido, ya ni al templo voy porque el
pastor siempre daba unos sermones que yo entendía que eran para criticarme a
mí.
Mis cinco hijas están muy, ¡pero muy bien! Josela y yo las criamos como
reinas y las preparamos para que hicieran caso nada más a hombres que las trataran
y mantuvieran como tales, y no perdieron tiempo con fracasados, chopos, muertos
de hambres ni comemierdas. Hace una semana apenas se nos casó la última, que
están todas casadas con millonarios, pero millonarios de verdad, no ricos,
¡¡¡¡millonarios!!!!! Ahora nos pasamos cada fin de semana que si en Casa de
Campo, que si en una villa en Punta Cana, que si en una casa de lujo en Las
Terrenas. ¡Maravilloso!
Mis hijas, ¡ay, ay, no me acuerdes a esas desagradecidas! Mira, creen que
están enamoradas y por eso creen que son felices, se creen, porque los novios
son unos pelagatos peor que nosotros, y tú verás para dónde se va a ir el amor.
Yo les advertí que se metieran con unos muchachos ricos a quienes ellas les gustaban,
mi deber como padre era hacerles entrar en razón y les dije que así el problema
económico se resolvería de por vida, traté de chantajearlas, les dije que tras 19
años sacrificando mi vida por ellas en un empleíto del gobierno, me lo debían.
¿Crees que las ingratas me hicieron caso? ¡Ya hay una preñada viviendo en mi
casa con el que le pegó la barriga y soy yo quien los mantiene!
¿Que cómo están? Como yo nunca en mi niñez. Yo
trabajaba, comíamos carne un par de veces a la semana, había un par de zapatos que
tenía que compartir con mis hermanos, éramos ocho, y estas dos niñas y tres
niños viven a cuerpo de rey, tienen docenas de zapatos y tennis cada uno, son
miembros de los mejores clubes de la ciudad, comen pura carne importada, tienen
los videojuegos más caros del mercado. Sí, los cinco hijos de su maldita madre
están bien. ¿Y los tuyos?
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