Cuando una
persona de nacionalidad dominicana viaja al exterior, es habitual que intente alojarse
en casa de un amigo o familiar o conocido o familiar de un conocido o conocido
de un conocido, etc., ya que muchas veces no hay dinero suficiente o se quiere ahorrar
lo que se invertiría en hospedaje. Pero, ¿es siempre buena idea alojarse en
casa de alguien?
Un importante
estudio realizado por la Comisión Presidencial para Estudios sobre
Viajeros Dominicanos (CPEVD), reveló los temores más frecuentes de nuestros
excursionistas al considerar quedarse en casa de alguien en el exterior. A
continuación ofrecemos algunas transcripciones de conversaciones de varios
aventureros atemorizados cuyos teléfonos fueron intervenidos en aras de la
ciencia.
¿Donde Pedro?
¡¿Vive en Estocolmo?! ¡Genial! ¡Aguarda! Y si estando en su casa empieza a
hacerme peticiones, que le trapee el piso, le friegue la losa, le haga la cama,
le rasque la espalda, le haga algún platillo criollo que hace tiempo que no
prueba, ¿tendría yo derecho a negarme? ¿Cómo podría, hallándome en deuda? ¿No
estaría él en todo su derecho a pedirme lo que se le antoje y yo obligado a
corresponderle? Dime.
¡Oh, sí!
Perfecto, así me ahorro lo del hospedaje y podría usar ese dinero para traer
muchos souvenirs de Martinica para venderlos aquí. Ah, pero, y si un día tengo
una actividad digamos a las 3 de la tarde, y voy saliendo a las 2 y media de su
casa y él me agarra con deseos de conversar conmigo, tú sabes, preguntarme por
la familia, la salud, ¿podría yo decirle “con permiso, hablamos luego que tengo
que irme”? ¿No me vería forzado a ser amable con él y esperar paciente y
amistosamente a que sus ganas de fraternizar conmigo se consuman?
¡Qué gran idea!
Claro, si me quedó en el apartamento de Harris, tu amigo estadounidense, podré
tener más dinero para conocer lugares de interés de Chicago. Pero… sí, tengo un
pero. ¿Harris no fue en sus años mozos boxeador? ¿Y si aún preserva ese
instinto luchador y asesino que es necesario para la praxis del boxeo? Y si
todavía, a pesar de dedicarse ahora a la venta de computadoras portátiles,
guarda ese instinto en algún rinconcito de su ser, ¿no podría peligrar mi vida
si se pone violento y, digamos, furioso porque mis ronquidos interfieren con su
sueño, una noche a las tres de la mañana, entra a mi habitación, en un
inopinado resurgimiento de la pasión boxística? No sé, puede ser riesgoso.
¡Oh sí!, lo
llamo de inmediato para ver si me ahorro varios cientos de euros en hospedaje
quedándome en su apartamento. Pero, ¿él no era acusado una y otra vez de
permanecer con la mirada fija en las partes pudendas de las muchachas del colegio,
a algunas de las cuales supuestamente intentó manosear? ¿Y si en verdad es un
maniático sexual, y estando en Roma, un medio que se conoce al dedillo desde
sus oscuridades, pues la oscuridad es su elemento, y yo sin dominar el italiano
y sin conocer a nadie más, me tiende una trampa y me veo lejos de mi tierra
envuelto en intrigas y chismes de chulos y putas o se me mete a la habitación y
quedara yo a merced de sus insanas apetencias?
Ok, la idea es conveniente. Si voy a quedarme siete días en Madrid en la casa de tu primo Ramón Ramón podría ahorrar como 500 euros que mejor invertiría en regalos para mis familiares y mis amigos cercanos. Sí, es una gran idea… pero, Ramón Ramón no ha vuelto al país desde hace seis años, ¿verdad? ¿Por qué? Me has dicho que le va bien económicamente. ¿Por qué entonces no ha hecho un viaje al país en tanto tiempo? ¿Será que no tiene residencia legal en España y al tomar un avión para acá estaría abandonando definitivamente España por la imposibilidad legal de poder entrar de nuevo? ¿Y si un día caminando con él por la Gran Vía nos detiene la Guardia Civil para pedirnos documentos, y ese día, por casualidad, yo haya olvidado mi pasaporte en el apartamento y me dicen “usted está ilegal, le deportaremos” y me niegan la oportunidad de ir al apartamento y probar que tengo un visado de turismo? ¿Te imaginas? Creo que será mejor pagar un hostal.
No, no es buena
idea. Lydia Lucrecia es lesbiana y si aquí se enteran de que me quedé dos meses
en su casa en México D. F, al regresar a mi país me encontraría con que mi
imagen está totalmente destruida, ya que nadie creería que no hubiese pasado
nada sexual entre nosotras. No, no me parece una buena idea. Al contrario, es
pésima. Gracias por tu intención, pero no. ¡Ay no!
Gracias, tu ofrecimiento
de quedarme en el apartamento de tu prima Elsa es generoso, pero no. No puedo
aceptar. Mira, lo pensé bien. Tu prima es buena gente, pero ella estudia cine,
entonces, pensé que un día ella invite a sus amistades de cine, o me invite a
salir a bares y discotecas con esa gente, y no es por nada, pero tú sabes que
la gente del mundo del espectáculo tiende a ser pervertida, mucha droga, mucho
sexo, bueno, un sinfín de atrocidades, y tengo miedo de que yo, por ejemplo,
vaya al baño y aprovechen para meter alguna droga a mi bebida, pongamos, un
Martini, y después yo me beba eso y se vea mermada mi capacidad de control y
termine desnuda siendo sodomizada por uno de esos cineastas, o haciéndole sexo
oral a otro, o teniendo sexo lésbico con alguna guionista, y lo filmen y
aparezca yo en las pantallas de cine más aberradas de todo el mundo. Gracias, pero,
aunque me tenga que meter en un préstamo, pagaré un hotel.
Tienes razón, me
ahorraría un dinero. Entonces para mi viaje de tres días en Panamá me quedaré
en la casa de tu tío Gabriel. ¿Perdón? ¡Ah, de tu otro tío! ¡Gilberto! ¡No
Gabriel! Ok. Pero, ¿Gilberto no es el tío que tiene 45 años y nunca se ha
casado? ¿Que vive solo y tiene una novia diferente a cada momento? ¡Qué! ¿Ahora
ni siquiera tiene novia? ¡Oh! Es decir, ¿que si yo me quedo esos días en su
casa, él estaría en plenos derechos de asumir que yo estoy en disposición de tener
relaciones sexuales con él? Bueno, sabes qué, me parece muy pero muy peligroso
para mí. Mejor no. Gracias, pero no. No, no, está bien, está bien. Nos vemos.
Bye y gracias.
¿Cómo? ¿Que me quede en la casa de tu tía Erevinda en Caracas? No. Gracias pero no. Mira, no te ofendas, pero tu tía, por lo que me has contado, parece una mujer muy estricta, y tú sabes que cuando yo viajo me gusta conocer mujeres, ver qué pasa, y no me imagino singando en la habitación de la casa de tu tía de manera cómoda, sin estar pensando que pueda estar escuchando los gemidos y malas palabras, y aunque no me dijese nada en la mañana me miraría como diciendo “esto no es un burdel”. No, mejor me quedo en un hotel, y si consigo singar, singo tranquilo, sin que me jodan o sentir que estoy jodiendo a nadie. Gracias de todas maneras.